E
Una colección que respiró, una casa que habló.
Todo comenzó con la idea de Caty Villota de crear alianzas poderosas e impactantes entre personas y marcas. Una propuesta que se materializó gracias a un equipo de creativos que creen en las experiencias con alma. El lanzamiento de la nueva colección de MP Patricia Mejía, construida sobre los textiles innovadores de Vicunha, y nutrida por la visión de los bordados de Amarpo. Además, tres diseñadores colombianos de culto: Camilo Álvarez, Faride Ramos y Alejandro Crocker acompañaron esta unión. Lejos de una pasarela tradicional, esta colección tomó forma en espacios vivos, donde cada pieza dialogaba con su entorno. Las telas y el cuero no eran solo materia prima: eran lienzos en movimiento, intervenidos, pensados, alterados, expandidos.
El trabajo de visual merchandising de Lina González, la estrategia de comunicación de Diana Lunareja y la logística y producción de Daniela Tobón.
Una casa dividida en mundos
La emblemática Casa Rosada de Patricia Mejía se transformó en un ecosistema con zonas narrativas.
-
Zona 1: Patricia & Vicunha
Una oda al textil como forma de expresión plástica. Aquí, el denim y el cuero se fundieron con el surrealismo, en una instalación donde las prendas parecían crecer como ramas en los pies, en los brazos y en los espacios gracias a los bordados exuberantes de Amarpo. -
Zona 2: Diseñadores invitados
Camilo Álvarez, Faride Ramos y Alejandro Crocker aportaron sus lenguajes únicos, creando nuevas lecturas de la materia del denim. -
Zona 3: El objeto sin función
Bolsos-floreros, botas-macetas, carteras suspendidas como móviles o candelabros. Una exploración de lo inútil como belleza absoluta. Aquí reinaba el asombro. Además de trabajo textil y bordado de objetos de decoración de Nimes + Amarpo. - Zona 4: Estilo de vida. Desde el tequila artesanal Patrón hasta la crema de tequila de fresa de Cream Heroes. Desde el agua estructurada de Ohra para el cuerpo y la piel, hasta la sofisticada frescura de San Pellegrino. Desde bocados exquisitos de María Respostre servidos en vajilla rosada de Corona y acompañados por la soda más efervescente de Colombia: Bretaña. Copas y vasos, más floreros de vidrio reciclado hechos arte por el Zorro y el Jaguar, decoraron la casa y a sus invitados. Pasando por crisantemos de exportación de Deliflor de las Américas que le dieron vida y color a cada rincón y objeto. Divertidos charms de belleza de Wella y Medipiel dieron inicio a las sesiones de coctelería de palomas con tequila Patrón y los brindis con JP Chenet.
Más que moda: experiencias en expansión
A lo largo del recorrido, la experiencia se enriquecía con activaciones y momentos participativos:
-
Sesiones de estilismo en vivo con Belén Ochoa y Franklyn Ramos, que convirtieron a los asistentes en lienzos humanos.
-
Conversatorio con Alejandro Crocker, donde la sensibilidad fue defendida como herramienta social y creativa.
-
Un taller de marroquinería en vivo, donde las manos detrás de la marca Patricia Mejía cobraron protagonismo. Cada puntada era una confesión estética.
Todo estuvo en construcción, y cada visitante fue parte del proceso.
Playhouse: cuando la moda se convierte en atmósfera
En Playhouse, nada era literal y todo tenía sentido. Porque cuando la moda se libera de la pasarela, puede convertirse en aire, en olor, en conversaciones compartidas. La propuesta fue clara: crear un mundo paralelo donde la moda se sienta y no solo se mire. Y ese mundo tuvo nombres y marcas, flores, texturas, música y sabor. Tuvo cuerpo.
La Casa Rosada no fue una sede, fue un personaje. Y quienes la habitaron, por unas horas o unos días, salieron transformados. Lo que sucedió en Playhouse, no se olvidará. Se atesorará como un sueño lúcido donde la creatividad tuvo casa, piel y celebración.
¿Qué piensas acerca de esto?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.